La casa: un universo para crear

“Sé útil y te utilizarán”

Esta máxima tiene un aire severo, y puede asustar un poco si te la dice el señor que aparece en la quinta foto fumándose un puro; sobre todo, si eres su hijo, como es el caso. Pero es un gran consejo: está exento de presunción y, bien entendido, incorpora una responsabilidad cívica hacia los demás. Son palabras que Miguel Milá fue asumiendo como un compromiso con el bienestar común. Y aún son más valiosas por conformar un credo laico —funcional y flexible a la vez— en aquella España de los años cincuenta, entre granítica y de “sálvese quien pueda”. 

El señor José María Milá i Camps, padre de Miguel, fue un patricio de la Barcelona de entreguerras, monárquico, bien plantado y bon vivant. La señora Montserrat Sagnier Costa, su madre, fue el epítome de la ama de casa catalana, austera y refractaria al ornamento, de una autoridad serena. El binomio de sobriedad y refinamiento que encarnaban los padres es, podemos decir, la cifra de la elegancia sobria que Miguel Milá acabará sintetizando en sus diseños, en su manera de ver la profesión y el mundo.