Cómo construir una sociedad lectora

Libro Explotados y explotadores de Marta Harnecker y Gabriela Uribe, Editorial Quimantú. Portada de María Angélica Pizarro, 1971.
Que el libro y la lectura estuviesen al alcance de todo el mundo fue fundamental para el Gobierno. Las dinámicas de circulación de la cultura escrita sufrieron un vuelco con la creación de la Editora Nacional Quimantú. Creada a partir de la nacionalización de la empresa privada Zig-Zag, esta editorial pública se convirtió en una plataforma de difusión, distribución y exposición masiva de diversas temáticas, y amplió significativamente el acceso a la literatura nacional y universal.
Quimantú estableció un hito sin precedentes. Su producción llegó a las clases históricamente marginadas del debate nacional, actuando como una vía de inclusión y emancipación política y educativa. El diseño editorial operó como una herramienta social para reducir el analfabetismo y motivar el pensamiento crítico: lectoras y lectores pasivos se transformaban en actores ciudadanos.
Desde el final de los años sesenta, el movimiento estudiantil de la reforma universitaria propició una mayor modernización, democratización y compromiso social. Las universidades chilenas se propusieron expandir la educación popular y vincularla a la realidad nacional para hacerla más inclusiva. La Universidad Técnica del Estado, por ejemplo, estuvo a la vanguardia de la formación de personal obrero en las industrias estatales. Además, su revista jugó un papel destacado en la difusión de la ciencia y tecnología, así como del proyecto socialista chileno.