Passarel·les elevades
En este digno espacio ubicado a cielo abierto que ocupas, siempre suceden cosas.
Resulta simpática la imagen de ficción que están representando los muchachos, fingen de forma cómica la intención de tirarse al estanque que tiene aspecto de piscina. Unos simulan nadar dando enormes brazadas, los otros les animan pronunciando sus nombres y aplauden cuando les queda el último trecho para llegar a la meta donde les espera el imaginario juez con la bandera roja que les indicará el final de la carrera. Y quienes observan las divertidas escenas de la performance sonríen o rompen a llorar en sonoras y contagiosas carcajadas.
Por la pasarela del primer nivel, a la derecha, frente a la torre ovalada iluminada de rojo y de azul, junto a las disimuladas puertas de cristal de la entrada principal, los transeúntes pasean distendidamente por un largo pasillo delimitado por un muro que va ascendiendo y en el que poco a poco todos van desapareciendo. Pero en la parte izquierda, ahora, los protagonistas son unos turistas ataviados con llamativos ropajes de break dance que se han aproximado a la zona lateral donde en el césped, de forma ordenada, se ubican los dados de cristal entre los que experimentan haciendo osadas posturas de equilibrios dando botes y tensionando y doblando sus cuerpos al límite mientras ofrecen divertidas muecas con sus rostros boca abajo, distrayendo a los paseantes que se han quedado casi tan quietos como mimos buscando la postura ideal con motivo de apretar sin cesar el botón de captura de la cámara fotográfica de los Smartphones que guardarán las instantáneas de las que en breve, en cualquier acto social presumirán de haber tomado.
Mientras recorro el camino de costumbre que me acerca hacia tu hogar, me gusta detenerme en los recuerdos almacenados en mi memoria y me asombro al descubrir los mínimos detalles que me acercan un poquito más a descubrir quién eres en mitad de la devastadora realidad que nos inunda en esta jungla salvaje de acero y de cristal que habitamos.
Relat i veu: Rafael Rodríguez Díaz